Entrampados
¿Atrapados sin salida?
Montesquieu fue el primer filósofo político que definió la necesidad de la separación de poderes para que un estado pudiera funcionar de manera efectiva y representativa de la sociedad de la que emerge.
Para la democracia el filósofo francés definió, como para cada uno de los otros regímenes (monarquía y despotismo) unos “principios de gobierno”, que en el caso de la República (siendo un tipo de democracia) define como principio fundamental para su salud, representatividad y desarrollo la virtud política.
La virtud política es el principio generador de la república. La define como “amor a la patria y a las leyes, consagración del individuo por la colectividad. Esta última reflexión conduce a un sentido de igualdad social de los hombres frente a la ley pues todos se sienten ciudadanos que viven por y para la comunidad”.
Desde la instauración del actual congreso la mínima representación que pudiera existir entre el poder legislativo, es decir, el congreso, y la comunidad de ciudadanos se ha prácticamente aniquilado.
Los procesos iniciados a los que se llama la banda de “los cuellos blancos” ha comprobado, no solamente la enorme y nauseabunda corrupción que existe en los poderes del estado, sino también, que no existe una real autonomía y separación de los poderes en nuestro estado. Sus actores y grupos políticos se comportan como mafias, lo cual terminan siendo en el mas estricto sentido de la palabra conforme se descubren más conexiones y cuando se observa el comportamiento sectario, y casi delictivo con que los grupos actúan en el cotidiano político.
Debido a la guerra que el grupo político que lidera Keiko Fujimori ha librado con el poder ejecutivo y cualquier otro poder o grupo que se le oponga ha tenido como resultado el estancamiento del país en la administración de sus recursos y la generación de más y mejor desarrollo que nos dé, sobre todo al 30% debajo del umbral de pobreza la posibilidad de una mejor calidad de vida.
La situación es muy grave. Reformas vitales han sido puestas de lado por esta batalla pírrica liderada por un grupo político de formas fascistas con una agenda completamente de espaldas a las necesidades del país.
Reformas en educación, en salud y en trabajo están bloqueadas en comisiones que jamás se reúnen o que ponen en agenda temas de interés absolutamente arbitrarios y adheridos solo a un grupo político en particular.
La oposición tampoco da un gran ejemplo de querer desbloquear la situación. Sin unidad de criterios siguen separados y fuera de foco dándole directamente más fuerza al grupo mayoritario sin articular una verdadera opción para desbloquear la situación de entrampamiento e inmovilidad que ha secuestrado a los poderes del estado.
Dos años y medio perdidos en la vida de una república que pareciera carecería de rumbo y objetivo. Actualmente vivimos gracias a la efectividad de los mandos medios de las entidades públicas y al dinamismo actual de nuestra economía. Pero pronto el inmovilismo político nos va a comenzar a pasar factura, una gruesa y pesada factura.
La guerra debe resolverse, todas las fuerzas políticas que deseen una verdadera instauración del imperio de la ley deben estar comprometidos junto con la sociedad civil. El tiempo apremia y el estado debe derrotar a la corrupción de manera contundente, clara y visible para retomar la soberanía que actualmente hemos perdido y pareciera secuestrado por intereses bien alejados a eso que Montesquieu definió como la virtud política que vive “por y para la comunidad”.