EL OJO DEL TIGRE: La blanquirroja y los Oakland Athletics
por Carlos García Rosell A.
Lamartine, historiador francés decía que la grandeza del propósito, la pequeñez de los medios y la enormidad del resultado son las tres medidas del genio del hombre. Por supuesto hablaba del hombre histórico, ligado a las acciones dentro de una sociedad y a las repercusiones que dentro de esta obtenían aquellos visionarios que construyeron nuestra historia o en todo caso, señalaron el camino.
Pero el deporte es el mejor reflejo de una sociedad.
Hace unos días la selección de futbol de Perú igualó un récord que manteníamos desde hace 77 años: doce fechas invictas consecutivas. Es decir, doce partidos oficiales de la selección nacional sin perder (ganando o empatando) que desde la época de la selección del mítico Lolo Fernández no habíamos podido igualar ni sobrepasar. Ni siquiera por las selecciones legendarias de los 70´s de Cubillas, Cueto y compañía.
La selección de Ricardo Gareca puede establecer un récord este 29 de mayo frente a Escocia en Lima si empata o gana el partido. En el ínterin de esos partidos se logró una clasificación al Mundial de Fútbol Rusia 2018 después de unos larguísimos 36 años y con ello desató toda nuestra euforia, pasión y frustración contenidas por tantos lustros. Hoy nos arranchamos los álbumes de figuritas después de hacer cola durante horas o vendemos el carro para viajar a Rusia. En Perú se ha desatado la locura.
Umberto Jara y Michael Lewis son dos escritores periodistas que han descrito dos procesos épicos dentro del deporte que a pesar de la lejanía uno del otro, se conectan casi como una continuidad. El primero acaba de publicar “El camino a Rusia” donde explica los vericuetos, aventuras y secretos de la epopeya deportiva nacional y el segundo escribió en los Estados Unidos de América el libro “Moneyball: The Art of Winning an Unfair Game” en 2004 (Moneyball: El arte de ganar un juego injusto) sobre la épica campaña de un equipo modesto de la liga profesional de béisbol norteamericano, los Oakland Athletics.
Este último libro de Lewis fue llevado a la pantalla grande con Brad Pitt como protagonista de la historia. En este, él encarna el personaje de Billy Beane, gerente deportivo del modestisimo equipo de béisbol que descubre una nueva manera de entender y estructurar un equipo profesional con su extremadamente limitado presupuesto: el análisis estadístico o mejor conocido ahora como “sabermetrics”. Todo comenzó con las publicaciones de un “advenedizo” Bill James (historiador deportivo, escritor y especialista en estadística) que cuestionaba los principios sobre los cuales se analizaba el béisbol en los Estados Unidos. Teorizó nuevos conceptos y los apoyo en la observación analítica de los resultados en estadísticas que describen la performance de un jugador de manera mucho más precisa y que pudiera describir como influencia éste en el resultado final.
La revolución de estos conceptos llevó a profundizar el análisis con la ayuda de la tecnología, la computación cumplió un rol principalísimo. Los ordenadores ayudaron a organizar la enorme cantidad de “data” (cantidad de información) que se obtenía de cada partido para visibilizar su impacto sobre el juego del equipo.
Bajo estos conceptos algunos analistas descubrieron que no se estaba respondiendo realmente a las necesidades del juego, ni los mejores jugadores eran necesariamente los más conocidos o populares, por lo tanto, los más costosos del circuito. Había muchos jugadores poco conocidos cuyos registros, bajo este nuevo análisis, descubrían enormes posibilidades, jugadores excéntricos, poco carismáticos o de perfil muy bajo que no eran tomados en cuenta dentro del circuito profesional y por lo tanto muy poco aprovechados, pero que sus resultados en las estadísticas de acuerdo con cada sector de juego prometían mucho mejores resultados si fuesen tomados más en serio.
Esta filosofía la tomo Billy Beane para conformar un equipo que pudiera competir con los gigantes de las ligas, que le permitiera a su modesto presupuesto de 40 millones de dólares poder competir por el título de la serie mundial. Tuvo que pelearse hasta con el entrenador, ser catalogado de loco e irresponsable por toda la prensa especializada, tuvo que soportar a la hinchada del Oakland insultarlo, tuvo que explicarle a cada jugador que contrató bajo esta filosofía lo que el análisis arrojaba: que eran excelentes jugadores en sus posiciones a pesar de la opinión de los demás, tuvo que poner su reputación en juego y quizá muchas otras cosas más cuando la tormenta arreciaba y la temporada 2002 del equipo era una pesadilla de malos resultados. Luego, empezó el milagro. Después de comenzar la segunda mitad de aquella temporada el equipo empezó a ganar y continuó ganando y no paró hasta obtener 20 partidos consecutivos victoriosos y establecer un nuevo récord en la liga de béisbol norteamericana.
Los Oakland no pudieron ganar el campeonato ese año. Pero transformaron el deporte desde ese momento. Con ayuda de la tecnología, el análisis y una nueva aproximación al juego convirtieron a un equipo de marginales, excéntricos y menospreciados jugadores en casi leyendas. Bajo una enorme determinación y fe en si mismo y en las ideas que promovía, Billy Beane abrió una nueva dimensión en el deporte y le devolvió algo que todos siempre hemos extrañado en las competencias profesionales: la posibilidad de que unos desconocidos sean una leyenda, la posibilidad de David de vencer a Goliat.
Hoy en día el dinero reina en amo absoluto sobre la vida profesional. En el fútbol vemos como los cientos de millones que danzan sirven para juntar a los equipos más fuertes. Es decir, quien más dinero tiene, más fuerte es. La brecha se ha ahondado tanto que los equipos medianos han casi desaparecido de las competencias continentales, ya ni siquiera hablemos de los equipos chicos, esos simplemente no existen.
La enorme profesionalidad de aquellos directivos, analistas y profesionales del deporte del Oakland Athletics marcó un hito al utilizar una sofisticada tecnología bajo una nueva perspectiva tan original como arriesgada.
En nuestro país acabamos de ver exactamente el mismo proceso en nuestro equipo nacional de fútbol. Ver doce partidos sin perder, dos amistosos internacionales con sendos triunfos y además ganando con autoridad, me es casi inédito y me tengo que frotar los ojos de incredulidad.
El tigre Gareca, nuestro entrenador, ha ido construyendo un proceso en el que según Umberto Jara hubo un momento en que debió, como Moisés, separar las aguas y cruzar el mar rojo. Desde ese momento decidió como Billy Beane en el 2002 deshacerse de los grandes nombres y trabajar con lo modesto que se tenía. El análisis le fue diciendo tanto a Gareca como a Beane que podía conseguir deportistas con muchas posibilidades, que solo les faltaba “creer en ellos mismos”. El tigre puso su ojo en la presa y como lo cuenta Jara un día entró en la oficina de Juan Carlos Oblitas durante el verano del 2017 (la mañana del 30 de marzo para ser exacto), cerró la puerta y le dijo: “Ya tengo equipo. Vamos por la clasificación” “Pongámonos a trabajar 100 por ciento en esto, que podemos clasificar”. Gareca había utilizado la misma filosofía de análisis del juego, había elaborado nueve conceptos precisos y con ayuda de la tecnología y el análisis científico y estadístico logró definir la calidad y capacidad de juego de un jugador de fútbol y profesional en nuestra liga y después de analizar a todos los jugadores locales, llegó a la conclusión de que tenía un equipo con la capacidad de luchar la clasificación.
Todo eso no apareció de milagro, todo eso fue y en el caso de la selección peruana continúa siendo un proceso. Un proceso largo y doloroso. Pero ahora con ciertas grandes satisfacciones como la clasificación al mundial, pero sobre todo el ver a un equipo peruano jugando bien, de igual a igual ante cualquier adversario, la autoestima se ha transformado, la del equipo y la de los peruanos. Porque nos deja una enorme lección de vida para todos.
Hace no más de un par de años estábamos en el fondo del agujero. Hoy asomamos la cabeza fuera del hoyo para ver la luz del sol en un deporte tan competitivo como el fútbol actual. Los milagros existen, pero después de haber cumplido con la procesión, larga, lenta y penitente del proceso. Porque siempre, mientras haya fe David le puede ganar a Goliat. Siempre y cuando David trabaje duro y tenga fe en sí mismo.
Carlos García Rosell A.