El 5 de Abril de 1879 empezó lo que para los peruanos, bolivianos y chilenos sería el acontecimiento histórico marcante de nuestra memoria colectiva como naciones.

De esos años de guerra nacerían las imágenes e ideas que más de cien años después continúa de acecharnos, cuestionarnos y definirnos como nación.

De ella nacieron, para nosotros los peruanos, la imagen de un Perú de acciones heroicas pero sumidas en la derrota. De hombres de grandes gestos patrióticos pero individuales.

En ella nacieron para nuestro imaginario Ugarte, Bolognesi, Cáceres y Grau. Nos falta mucho por hablar de los soldados y reclutas.

Pero que pocas veces hemos interrogado a nuestro pasado para traspasar esas laminas a colores que todos conocemos de la época escolar en primaria hecha con los cuadros que representan aquella guerra. Donde nos pintan batallas de seres bien definidos, estoicos e incólumes frente a la tragedia nacional de la derrota. Haciendo frente finalmente con la única arma a su disposición en el cumplimiento del deber: El sacrificio.

Que pocas veces hemos hecho acto, esfuerzo, deber de memoria. No solamente para recordar el pasado como aquella lamina Huascarán, sino para adentrarnos en la historia de la cual somos producto, para interrogarla y escudriñarla, en fin, para cuestionarla.

Para saber más de nosotros mismos.

Y para conocer a los seres humanos que pelearon esa guerra. A los hombres de carne y hueso, que vivieron, amaron, soñaron y en muchos casos murieron porque decidieron cumplir con su deber.

¿Es que en el Perú defender a nuestra nación es un deber? ¿No es tal vez una opción? O al igual que respetar sus leyes ¿Lo hago solo si me conviene? Hasta el día de hoy seguimos con aquella pregunta. Quizá hemos avanzado muy poco.

Pero lo más seguro es que sin aquellos hombres (como nosotros, de carne y hueso), peruanos en una tierra conflictiva, dividida, ingrata, no habríamos avanzado nada.

Sin la existencia de esos hombres y mujeres que se pararon frente al enemigo bajo el ardiente sol del sur tal vez las palabras honor y dignidad no podrían ser pronunciadas en voz alta en estas tierras.

Ellos son nosotros. Nos hablan desde el pasado con sus acciones, muchos han pagado con sus vidas para que escuchemos. Abramos los ojos, los oídos y el corazón para escuchar su mensaje.

Tenemos, los ciudadanos de este país en formación, el deber de recordar, de preguntar, de saber. Tenemos un deber de memoria o jamás sabremos quienes fuimos, quienes somos y quienes podemos llegar a ser.