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Dilige et quod vis fac*

Publicado: 2013-07-09

Hablando con un amigo sobre las relaciones de parejas, el amor, la felicidad, la compañera ideal, la media naranja, el amor de tu vida y todas esas sonseras que la revolución industrial nos trajo para complicarnos la vida - que había quedado bastante ligera de equipaje después de la revolución francesa y en donde nos dimos cuenta que con buscar la libertad y tener al jodido rey de enemigo nos llenaba completamente la agenda (¡en el buen sentido!)- llegamos a algunas “lúcidas” conclusiones.

Primero, que Erick Fromm tenía razón, el hombre le teme a su propia libertad. Y no se cansa de buscar excusas para evitarla. Porque asumir tu libertad significa algo que a todos (y yo me incluyo) nos aterroriza: Asumir nuestra responsabilidad. Algo que es fastidioso, engorroso, enojoso y particularmente latoso (se entendió la idea ¿No?)

Segundo, que nos “metieron la yuca” con el cuento del amor eterno. A menos que haya sido una metáfora y se hayan olvidado de aclararlo, aquellos bardos y trovadores que comenzaron a cantarla allá por el año mil ¡nos la hicieron bien! Ríanse nomás grandísimos… “Claro, el amor es eterno mientras dura” dijo un filósofo. Es una salida extraordinaria al verdadero problema: Si el amor es eterno, no hay nadie que lo pueda comprobar. Nadie vive tanto. Por lo menos nos debería durar entonces para toda la vida. Pero no, ahora lo hemos comprobado. El amor dura hasta que te borran del Facebook.

Tercero, si hablamos de amor deberíamos (como los antiguos romanos) definirla mejor. Digo, es algo que pensamos es esencial para nuestra vida, para nuestro desarrollo y felicidad, para nuestra realización personal ¿no es así? Ellos tenían dos palabras en latín para definir lo que nosotros llamamos AMOR: Amor (amor pasional, instintivo, emocional e irracional) y Diliges (amor reflexivo, desinteresado, cuidadoso y atento). Definitivamente hoy en día necesitamos más del reflexivo que del pasional. Dilige et quod vis fac. Entonces la traducción de la frase de San Agustín está mal, pues.

No es “Ama y haz lo que quieras” en el sentido de amar instintiva e irracionalmente, sino en el sentido reflexivo, atento y desinteresado (que es mucho más difícil). Por lo tanto, según San Agustín, la libertad se encuentra después de esta acción mucho más compleja, que es el amar sin interés, sin ego –ísmo, no por la dictadura instintiva, sino por la firme determinación de nuestra conciencia humana. ¿No les dije que era sumamente latoso?

Cuarto, que ser un “hombre humano” como dijo Vallejo es sumamente fatigoso. Y que finalmente, después de mucho pensarlo, he encontrado que la pareja que puede compartir mí tiempo, que puede escucharme y yo a ella y que no me pide nada más de lo que puedo dar y que me da sin pedirme cuentas es: Un perrito, he decidido adoptar un cachorro.

*Ama y haz lo que quieras, San Agustín (354 -430 de nuestra era)

Agradecimientos: Dr. Marco Aurelio Denegri y su infatigable programa de TV.


Escrito por

Carlos García Rosell A.

Actor y director de Teatro. Profesor de la Universidad Católica. Creencia principal: La Imaginación te hará libre.


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Los asuntos de mi país son míos.